La presente es una serie de objetos, videos y fotografías que reinterpreta el legado del arte cinético venezolano, transformando el lenguaje visual de Jesús Rafael Soto, Carlos Cruz-Diez y Alejandro Otero en herramientas y estructuras de confrontación bélica.
"La adopción por parte del Estado venezolano del Cinetísmo como emblema de sus ideales modernistas y nacionalistas de progreso -que sigue dominando la historia del arte venezolano tanto en la comunidad internacional como dentro del país como el movimiento estético modernista más importante- malinterpreta y eclipsa la importancia de la compleja relación entre arte y política en la modernización de Venezuela." - Saraiva, Stefania (2021) Conflicting Modernities: Venezuelan art in the 1950s and 1960s. Masters thesis, OCAD University.
Utilizando réplicas de obras de estos artistas, el proyecto interviene físicamente sus materiales de fabricación petroquímica para reconstruir armas blancas y fortificaciones que evocan el mundo de la ciencia ficción y la guerra civil.
Cada pieza cuestiona la función original de estas obras, llevando la exploración del movimiento y la percepción a una estética de confrontación y conflicto.
Se trata entonces de cuestionar el movimiento y la percepción de la historia, pasando de un mundo moderno que podia imaginarse un futuro, a uno posmoderno que no pudo hacerlo, al actual hipermoderno que no puede escapar su estado de precariedad e inmediatez.
Estas versiones alteradas aportan una capa de transformación conceptual, donde los patrones geométricos y las ilusiones ópticas se convierten en mapas de estructuras bélicas o en diseños para armamento, llevando la practica artística al límite entre la estética y la confrontación.
Este proyecto problematiza la hegemonía del Arte Cinético y la Abstracción Geométrica, movimientos que han definido durante mucho tiempo la identidad artística de Venezuela.
Innovadores del arte en movimiento y maestros de las ilusiones ópticas, los artistas de estos movimientos célebres se convirtieron en favoritos para encargos de arte público, a menudo patrocinados por el gobierno venezolano y la industria. Sin embargo, sus espectaculares abstracciones y las promesas de compromiso progresivo y participativo no quedaron exentas de críticas.
Eugenio Espinoza, por ejemplo, cuestionó los ideales del Arte Cinético con obras lúdicas y subversivas. En 1972, su instalación en el Ateneo de Caracas ofreció una respuesta provocadora a la serie Penetrables de Jesús Rafael Soto, esculturas ambientales inmersivas diseñadas para la interacción del visitante.
Impenetrable, de Espinoza, invirtió este concepto al obstruir el acceso a dos galerías mediante un lienzo cuadriculado tensado a la altura de los tobillos en los espacios adyacentes, transformando un símbolo de apertura en uno de exclusión.
Existe otro Impenetrable, una escultura de Mona Hatum, donde el cubo está compuesto por cientos de varillas de alambre de púas que cuelgan de hilos de pescar.
Este acto de "guerra" contra la cuadrícula modernista se alinea con el espíritu experimental de una generación de artistas venezolanos que buscaron liberarse de las convenciones y escenarios artísticos tradicionales.
Junto a figuras como Sigfredo Chacón, Héctor Fuenmayor, Roberto Obregón, Claudio Perna, Antonieta Sosa y el dúo Yeni & Nan, Espinoza exploró enfoques alternativos de creación artística, desafiando tanto los marcos estéticos como ideológicos de su tiempo.
Siguiendo las pistas de estos artistas, la re-articulación de lo moderno en este proyecto intenta subrayar la dualidad de un presente paralelo que se encuentra en perpetuo conflicto, donde el arte y la tecnología no solo coexisten, sino que se fusionan en una narrativa de resistencia y adaptación.